A veces nos empeñamos en ir tan lejos que somos incapaces de mirar cerca. Hacía años que miraba vuelos a Cerdeña para pasar unas vacaciones pero nunca había llegado a comprarlos hasta el verano pasado cuando decidí hacer maletas e irme allí de Aupair. Y, qué suerte la mía porque Cerdeña es mucho más de lo que yo había imaginado. Y supongo que el secreto que esconde lo saben pocos, puesto que no se llenó de turistas hasta agosto.
Cerdeña es la segunda isla más grande del Mediterráneo. Con casi la misma extensión que el País Valencià pero con sólo un tercio de su población. De hecho, la población de ovejas en esta isla es mucho mayor que la de habitantes y, una vez pones pie en su interior, no te caben dudas al respecto.
El reducido número de población facilita la supervivencia de zonas salvajes y vírgenes que nada tienen que envidiar a paraísos exóticos. No es difícil encontrar playas y calas de aguas cristalinas y turquesas bañando arenas blanquísimas. Es cierto que, en verano, aumenta las cifras de población puesto que son las Baleares italianas y muchos jóvenes acuden a ellas en busca de trabajo estacional pero, aún así, no llega a las cifras agobiantes de nuestras islas.
Las dimensiones de la isla permiten recorrerla entera en unos cuantos días. Así puedes disfrutar la Costa Esmeralda, el Archipiélago de la Maddalena y lugares tan pintorescos como Castelsardo o Santa Teresa de Gallura y, a su vez, poner pie en el sur. En la capital de la isla, Cagliari y sus flamencos al atardecer o sus largas playas cristalinas.
En los otros dos puntos cardinales también abundan las paradas obligatorias. Al este, el Golfo de Orosei con la segunda mejor cala italiana: Cala Luna. Insertada en medio de un paraje natural asombroso. Para llegar a ella puedes recorrer una senda entre pinos y acantilados o coger un zodiac en el puerto más cercano y así poder ver en seguida el porqué del nombre. Al oeste, Alguero. Otra de las grandes ciudades. Medieval, pesquera y muy viva.
La verdad es que antes de pisar Cerdeña no esperaba deslumbrarme tanto con su belleza. No esperaba un lugar paradisíaco en medio de nuestro mar. Y los descubrimientos de cada fin de semana fueron reforzando mi opinión sobre ella.
Porque, por suerte, Cerdeña no es solo playa. También puedes encontrar numerosos yacimientos arqueológicos bien restaurados y poco explotados. Puedes encontrar una magnífica gastronomía de la mano de los quesos que sus numerosas ovejas dan. Así como vinos típicos como el Vermentino, que tiene sus propias rutas y fiestas estivales, o licores como el famoso Mirto. El cual podrás probar casero en cualquier agroturismo.
Si decides visitar Cerdeña en agosto encontrarás sus estrechas y curvas carreteras llenas. Pero también podrás disfrutar de las diferentes Sagras (fiestas locales) que se hacen en cada pueblo. Cada una de ellas dedicada a un elemento cultural propio de la isla. Y, créeme, es toda una experiencia experimentar este tesoro de isla.