La Navidad es una fecha especial en que estar lejos de tu familia por estar viviendo en el extranjero puede hacerse más intransigente.
Estar lejos de las cenas familiares y del calor del hogar. Viendo familias felices pasear por las calles llenas de luces y decorados. Sin el turrón casero de la abuela, la repostería exquisita de tu tía y sin la emoción de llegar al sitio de siempre de buena mañana esperando un regalo, por más cutre que sea.
Todo esto que iba a echar de menos lo tuve en cuenta cuando decidí pasar la Navidad en Bologna durante mi Erasmus.
Imaginadme, con veinte años diciéndoles a mis padres que no quiero volver a casa por Navidad. Que, les invito a venir a mi nueva ciudad a pasar las Navidades conmigo pero que yo voy a romper con lo de “vuelve a casa por Navidad”.
Y diréis, ¿por qué? Porque me apetecía vivir la Navidad de una forma diferente. Romper los esquemas y ver qué se siente en esos días cuando estás lejos de casa. Una prueba para algunos difícil pero que, al fin y al cabo, era la primera vez en mi vida que tenía la oportunidad de pasar.
La verdad es que mi suerte fue que mis padres aceptaron mi invitación y se plantaron cinco días en mi ciudad para poder así descubrirla conmigo en su faceta más navideña. Les recibí con una caja llena de comidas y bebidas típicas navideñas en Emilia-Romagna(región de Bologna) y con decoraciones suficientes para el apartamento donde se alojaban. Por si a ellos les entraba la morriña en algún momento y echaban de menos también la cena familiar oficial.
Nos tendríais que haber visto preparando la cena en Noche Buena, después de haber pateado toda Venecia. Una cena que obviamente ni tenía polvorones ni gambas ni el cava fresquito esperando a ser compartido. Pero una cena que acabo siendo de las más especiales que recordamos.
Por suerte también, el resto de familia, que creo que nos echaban aún más de menos que nosotros a ellos, se unieron a ella vía Skype. Y lloramos, reímos y cantamos villancicos en diferido.
Mis padres se fueron antes de Noche Vieja y yo me quedé allí celebrándola sin uvas y con gente que apenas conocía. Bien, ¡sin uvas no! Bendito Skype otra vez. Comí las uvas tres veces con diferentes grupos de amigos pero no a las doce frente a un campanario o con TVE retransmitiendo.
Del día de Reyes ni me enteré, supongo que fue por la falta de regalos y porque mis compañeras de piso, cada cual de su casa y de su país, no tenían demasiada tradición en celebrarlo. Un día más del Erasmus mezclando tardes de biblioteca y noches de bar.
Y sí, estar lejos de los tuyos en Navidad no es una opción fácil. De hecho, si está en mis manos creo que no la voy a volver a elegir. Pero, si te pasa, no te deprimas, porque hay mil vías para estar en contacto directo y, además, es una experiencia que te va a hacer crecer (pese lo corta que es) y que no vas a olvidar en toda la vida.